Una guía para imaginar la presencia del estado invitado en el festival cultural más importante de América Latina
Por la redacción de Guanajuato Travel. — Cada octubre, la ciudad de Guanajuato se transforma. Calles que habitualmente conducen al día a día se convierten en pasillos de ópera al aire libre, salones de música experimental o corredores gastronómicos donde confluyen idiomas, acentos y miradas. Es el Cervantino, sí. Y este 2025, uno de los protagonistas será Veracruz.
Estado costero con una historia profundamente entrelazada con la formación de México —y de su imaginación cultural—, Veracruz ha sido elegido como estado invitado del Festival Internacional Cervantino. Y aunque aún no se ha presentado el programa completo, la visita de una comitiva veracruzana a Guanajuato capital nos permite comenzar a imaginar. Lo que sigue no es una agenda confirmada, sino una guía de posibilidades: lo que nos gustaría ver. Porque Veracruz tiene mucho que decir, y esperamos que lo haga con la elegancia, autenticidad y alegría que lo caracterizan.
El sonido del sur
Veracruz tiene un lenguaje propio: el Son Jarocho. En festivales internacionales, este género ha sabido conquistar escenarios sin perder su raíz. Agrupaciones como Los Cojolites o Son de Madera han llevado sus acordes hasta Nueva York, Tokio o Berlín. En Guanajuato, esperamos escuchar esa combinación de jarana, requinto y leloleo resonando en plazas históricas y foros contemporáneos, no solo como un número musical, sino como un acto de comunión colectiva.
Un ritual en las alturas
La danza de los Voladores de Papantla es uno de esos espectáculos que trascienden lo folklórico. Su coreografía aérea, de origen prehispánico, combina precisión, riesgo y espiritualidad. Más que una atracción, es un testimonio de cosmovisiones que aún laten. Imaginar este ritual enmarcado por las montañas guanajuatenses no solo es posible: es deseable.
Cocina como narración
Pocos estados pueden presumir una diversidad culinaria como la de Veracruz. Desde la cocina huasteca hasta los sabores afroantillanos del Sotavento, su propuesta es rica en técnicas y memorias. Un pabellón gastronómico curado con criterio podría incluir desde un café de altura de Coatepec hasta platos menos conocidos como el tapado, el chilpachole o los bocoles. La clave estaría en presentar la cocina no como una experiencia turística, sino como un eje narrativo del estado.
Letras y legados
Veracruz ha sido patria y tránsito de figuras como Sergio Pitol —Premio Cervantes— y también epicentro de nuevas voces en lenguas originarias. La literatura puede tener un papel más protagónico este año si se apuesta por mesas íntimas, lecturas bilingües, conversaciones editoriales y encuentros de ideas. No todo debe ser escenario; a veces, una buena conversación en una sala puede dejar una huella más duradera.
Manualidades con historia
Zongolica, Naolinco, Papantla, Cosoleacaque… En cada uno de estos nombres hay una escuela artesanal, una técnica que pasa de generación en generación. La curaduría en este punto es fundamental: no se trata de montar un tianguis, sino de diseñar un espacio que permita leer la identidad veracruzana a través de objetos. Textiles, cerámicas, tallas y fibras naturales pueden ser mucho más que souvenir: pueden ser testimonio.
Afrodescendencia visible
Uno de los aspectos más valiosos de la participación veracruzana sería visibilizar su herencia afrodescendiente. En tiempos de revisión histórica, Yanga —el primer pueblo libre de América— puede convertirse en un eje narrativo potente. Ritmos, bailes, gastronomía y discursos que hablen de libertad, memoria y futuro tendrían lugar en esta edición del festival.
Teatro y nuevos relatos
La escena teatral veracruzana ha crecido de manera notable en la última década. Compañías como Teatro La Caja UV han propuesto formas novedosas de contar la historia y los conflictos contemporáneos. Una curaduría escénica bien elegida podría incluir desde una adaptación de mitologías locales hasta propuestas visuales inspiradas en los paisajes selváticos o costeros del estado.
Lenguas vivas
En Veracruz se hablan más de diez lenguas indígenas. Su inclusión en el Cervantino, más allá de lo simbólico, debería proponerse como un acto de futuro: talleres de escritura, funciones bilingües, narraciones orales. Porque una lengua no se preserva por decreto, sino por uso y presencia.
Cine de territorio
Hay un cine veracruzano que ha crecido en silencio, con historias de frontera, de costa y de sierra. Una muestra fílmica en el Cervantino podría convertirse en una puerta de entrada a una cinematografía que no siempre llega a las salas comerciales. Documentales, ficciones, cortos y animaciones de creadores veracruzanos podrían aportar una mirada renovada sobre la región.
Una fiesta con sentido
El Carnaval de Veracruz es famoso por su exuberancia, pero también por su historia. Su presencia en el Cervantino —en forma de desfile, exposición o instalación— tendría que ser más que un espectáculo: una reflexión sobre cómo las fiestas populares se convierten en actos culturales de gran valor identitario.
Veracruz está de moda, y no solo por su colorido y alegría. Está de moda porque es complejo, profundo, contemporáneo. Y Guanajuato, siempre abierto al diálogo con otras culturas, está listo para recibirlo. Que su presencia en el Cervantino 2025 no sea solo anecdótica, sino transformadora.